Hoy, otra vez, como si fuera una película de acción, pero de las buenas, el estado de Michoacán se convierte en tierra de nadie, zona de fuego, en el mismísimo infierno mexicano. Un grupo de terroristas, en toda la extensión de la palabra, tomó posesión de las calles de Michoacán. Al más puro estilo de los casos en el norte del pais, los criminales usaron distintos vehículos para cerrar carreteras y bloquear caminos. Atacaron convoys militares y entraron en intercambio de disparos con los hombres de la ley.
Esto no es nuevo, ni en México, ni en Michoacán, pero hace bastante tiempo que no se presentaba algo tan espectacular. Recordemos que la casa de los purepechas es conocida como "tierra de narcos" y quienes hemos vivido allá conocemos los mitos urbanos que por la ciudad circulan. Los michoacanos están acostumbrados a esto, conocen las colonias por las que no hay que pasar y las casas que no deben verse. Para los locales, el mundo criminal está en convivencia constante con la población. Sin embargo, llega un punto en el que las cosas no son malas, son terribles. Soy un firme convencido de la lucha contra el crimen organizado, y no tengo duda en creer que toda guerra cobra víctimas y hace muchos años que ésta tuvo su declaración. Las autoridades competentes hacen lo que corresponde, en teoría, pero un mundo cargado de corrupción demanda más esfuerzo. Hace no muchos meses tuvo lugar el "Michoacanazo" evento en el que se detuvieran múltiples funcionarios del estado.
La atención está centrada en el norte del país, pero la situación en Michoacán es más que complicada.
Es una lástima decir que de aquellos años de mi vida en Michoacán, de aquel estado, nada queda y al mismo tiempo, todo sigue igual.
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