jueves, 9 de diciembre de 2010

Venga el fantasma de la navidad y las fiestas decembrinas




Me resulta interesante recordar aquellos viejos tiempos en los que me cuestionaba "qué es eso de decembrino". Yo era un pobre tonto y lo entendía de esta forma: "de cembrinas". ¿Quién será "cembrinas" o a qué se refiere? me preguntaba. Muchos inviernos pasaron sobre mis hombros para comprender tan cotidiana expresión, aún con eso. No me gusta la temporada navideña.

No escribiré sobre el gastado discurso anticapitalista que le fascina a los opositores de la época "más bonita del año", ni entraré en el pesimismo de quienes no creen en los "propósitos" para el próximo año, o quienes consideran que no hay algo por lo que valga la pena este mes. Simplemente me limitaré a mi propia perspectiva. ¿Por qué no me gusta diciembre? debo decir que en cuestión de clima, este es mi mes preferido, nada me agrada más que los días frios, ocasionalmente nublados y el vapor saliendo de mi boca, la sensación, que es casi obligación, de salir bien abrigados y la soledad de las calles de la ciudad. Sin embargo, diciembre es también, mes de despedidas, de finales, de reconciliaciones y sentimientos. Es el mes "del fantasma de navidad". Esa entidad mística que hace a los seres humanos mejores personas y los invita a querer. Navidad es, pues, tiempo de convivir, de reunirse, pero, inevitablemente, despues de cada reunión viene una despedida y por ser fin de año, por ser una fiesta especial, esta despedida será larga y quizá, eterna, dicho en otras palabra, para siempre.

La situación es: que no disfruto las despedidas, no gusto de las sensaciones previamente condenadas a no repetirse, de los eventos con una muerte anunciada, de las cenas que tienen por objetivo no volver a hacerse. Simplemente me siento manipulado, usado, y víctima de una condición, casi natural que queda por encima de mí y de la cual es prácticamente imposible escapar. Pero.......

Que vengan las fiestas, y sigan las despedidas.

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